Si este año 2022 fue un año pródigo en muchas visitas sorpresas de personas al Museo Etnolúdico de Galicia (MELGA) de Ponteceso, sin duda la que tuvo nuestro director Ricardo Pérez y Verdes este pasado viernes 26 de agosto-22, según sus palabras esta ha sido de posible “infarto”, ya que nada más y nada menos, que recibió la inesperada visita de su hijo pequeño Borja Pérez y su compañera Olga Escario.
Después de cuatro años de ausencia de nuestro país y de Galicia, la pareja en estos momentos se encuentran trabajando en la ciudad de Sidney (Australia) desarrollando sus trabajos profesionales en el mundo del Turismo y el Periodismo respectivamente, pero…¡por fin! después de haber pasado casi también dos años de pandemia enclaustrados sin poder salir del país australiano, hoy sus aspiraciones fueron cumplidas, merecidas y ansiadas, para un largo descanso, pero también para recorrer aquellos rincones de nuestra tierra gallega, que hacía tanto años que no la pisaban y añoraban.
“Realmente la visita al MELGA quizás fuera lo de menos, ya que aunque fueron dos horas aproximadamente de la misma, lo importante era que se encontraban entre nosotros (me parecía mentira y un espejismo, además, ¡sin avisar!) y los sentimientos afloraban más, que la importancia de los posibles conocimientos que se pudieran trasmitir”
, así se expresaba Ricardo Pérez.
Para Borja, este era su segunda visita al MELGA, pues desde su inauguración, hacía casi nueve años, que no nos había podido visitar de nuevo por sus compromisos laborales. Para Olga era su primera vez en conocer nuestro recinto museístico. Para ambos el asombro e impresión, fue máximo, porque el museo había experimentado un cambio extraordinario en abundancia de numerosas piezas adquiridas durante estos últimos años, así por su distribución y exposición; pues, sin duda, no era lo mismo ver las salas en imágenes que se le habían enviado, que personalmente. Sin duda, se encontraban “pasmados” y admirados por el cambio y labor que se había desarrollado en este pequeño y modesto museo.
Después de almorzar en un restaurante de la zona (playa de Balarés) y de realizar un recorrido corto por los contornos de la villa pontecesana, todos los componentes de la familia partieron en dirección a la ciudad de A Coruña. Un día para siempre memorable y recordable, pero sin dudarlo, de gran emoción e inmensa alegría. Finalmente, comentaba Ricardo : “
Si he salido de este impresionante shock recibido, creo que estoy preparado para todos los avatares que se me presenten en esta vida”.
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