Este año recién finiquitado del 2023, el presidente- director de la Fundación Ricardo Pérez y Verdes y del Museo Etnolúdico de Galicia (MELGA) respectivamente y su esposa Lola Roel vicepresidenta y patrona de dicha fundación, se desplazaron en su periodo de vacaciones, al país andino del Perú, aprovechando también la conmemoración, el día 31 de diciembre, de sus 50 años (Bodas de Oro) de su enlace matrimonial.
El motivo de la visita a dicha nación sudamericana era, sin duda, cumplir un viaje pendiente que desde hacía algunos años tenía en mente, por conocer dicha cultura, estaba seguro que era una de las más atractivas y apasionadas que me faltaban por conocer, además de ser uno de los contenidos de la asignatura de Historia, impartida por nuestro director en la Facultad de Ciencias del Deporte y la Educación Física, de la Universidad de La Coruña, cuya temática era “Los antiguos pueblos precolombinos: Los juegos y deportes en el mundo preincaico e incaico”, sin dejar por supuesto de lado, pero ya conocidas por Ricardo hace algunos años como las civilizaciones aztecas y mayas. Otros intereses en el desplazamiento fue el estudio “in situ” de la cultura lúdica e inmaterial de la civilización inca, sus lugares de actuación, la adquisición de piezas y juguetes para el fondo museístico, realizar intercambios futuros con diferentes museos del país, contactar con las instituciones y con profesionales del ramo cultural y lúdico y por supuesto, turísticamente “patear” las grandes poblaciones y sus monumentos más destacados.
No cabe duda que en todos los momentos de nuestra estancia en dicha tierra, la información dada, a todos los peruanos y no peruanos (brasileros, mejicanos, japoneses, americanos, colombianos, etc…) a través de los folletos de nuestras entidades (también de nuestro pueblo de Ponteceso), fueron repartidos a todas aquellas las personas, que compartían las mismas inquietudes que nosotros (profesores, personal de hoteles, guías, directores y empleados de los museos, participantes en excursiones, etc.). Quiero señalar que curiosamente debiera haber llevado muchos más ya que al final no tuvimos suficientes folletos y eso que la cantidad superaba los 100 dípticos.
Las ciudades visitadas fueron: Lima, Paracas, las islas Ballesta, las líneas de Nazca, Arequipa, el lago Titicaca, Puno, Cuzco, el Valle Sagrado y el Machi-Picchu. En cada zona visitada se trataba, por supuesto, en profundizar en las culturas más antiguas, llamadas pre-incaicas, como las famosas Moche, Vicús, Chimú, Huari, Chavín y Tiahuanaco, además de la cultura Inca en general, todas ellas ubicadas a las ciudades citadas.
Además de las visitas a monumentos arquitectónicos, grandes templos, solidas fortalezas, parques naturales, inmensas explanadas para la celebración de festivales rituales y deportivas, también compaginamos nuestras andanzas por los grandes museos del país, como por ejemplo, el Museo Nacional de la Cultura Peruana; Museo Larco; Museo de las Artes Tradiciones y Populares; Museo Etnográfico; Museo Inka, etc. y no podía faltar la visita al Instituto Peruano del Deporte. Tuve la ocasión de reunirme con los directores del Museo Larco (sin duda el mejor) y del Instituto Peruano del Deporte Andrés Álvarez y Rubén Darío Trujillo respectivamente, para exponerle nuestro trabajo e invitarles a que visitaran, algún día, nuestro pequeño y modesto MELGA. Una de las mayores desilusiones tenidas por mi parte fue que en todo Perú no existiera ni un Museo del Juguete o específicamente uno sobre el Juego y el Deporte como el nuestro gallego y que non encontrara ningún libro sobre Juegos y Deportes Tradicionales Peruanos..
Tampoco faltaron nuestros desplazamientos por los mercadillos populares, centros artesanales, casas de antigüedades, almonedas, etc. intentando adquirir piezas y objetos para nuestros fondos museísticos. Una maleta vacía llevada a dichas tierras peruanas, al regreso, como era de suponer, vino a tope. Fueron alrededor de unas 80 piezas entre las que destacan: trompos, peonzas, husillos, baleros, flautas, quenas, ocarinas, muñecas, pajaritos, pelotas, boleadoras, pututu (caracola), instrumentos musicales de percusión, figuras de arcilla con representaciones diversas, el Ludo incaico (juego de tablero parecido al parchís), etc….Pero sin duda desde que salimos de nuestro país, nuestra pretensión era conseguir una figura o escultura de arcilla de un Chasqui y un caballito de Totora ¡Trabajo nos costó! ¡Pero al fin se consiguieron!. Todas estas piezas ya se encuentran en las vitrinas de la segunda sala del MELGA, las cuales pueden verlas los futuros visitantes.
¿Cuál era la causa de nuestro interés por estas dos piezas? Primeramente porque después de tantos años no las había localizado y segundo porque son puntos de partida histórico para la evolución de dos de las actividades deportivas modernas. Los chasquis fueron los primeros corredores de fondo y de relevos conocidos en la antigüedad. Sin duda anteriores a los egipcios, fenicios, griegos, etc. Eran los mensajeros del Inca, que recorrían más de 5.000 kilómetros a pie y cuya misión era llevar los mensajes y comunicarse con todo el vasto imperio andino de la época. Cada uno recorría 5 kilómetros a 4 minutos por kilómetro, a una altura entre los 3.000 y 5.000 m. Vivian en tambos (albergues) y anunciaban su llegada al tambo con un pututo o caracola, pues no se podía parar al entregar el relevo. Sin duda eran unos auténticos atletas y una élite especial, seleccionados entre los mejores, teniendo unos entrenamientos muy duros. Pachucutec Inca Yupanqui implantó la organización de los chasquis. Como anécdota contaré que mis alumnos universitarios de Historia, crearon en el INEF-Galicia una revista titulada “El Chasqui” y según me comentaron a mi persona algunos me conocían con el apodo del Chasqui, que en quechua significa “el que corre”, porque siempre iba deprisa. La segunda pieza adquirida es un caballito de totora, que son unas plataformas o barcas, confeccionadas a mano y hechas de totora (juncos), por lo cual servían para desplazarse en el lago Titicaca, como decían ellos, para “cabalgar sobre las olas”. Sin duda son las primeras tablas rudimentarias y antecedentes del moderno deporte del surf.
Finalmente, sin lugar a dudas las dos rutas más importantes de este viaje fue las visitas al Valle Sagrado y al Machu-Picchu, Patrimonio de la Humanidad y una de las siete maravillas del mundo. Después de muchas horas de subida para llegar a ambas cumbres, subiendo y bajando escaleras y más escaleras, pasadizos y vías estrechas, donde se encontraban el Templo del Sol y la antigua ciudad inca, con gran esfuerzo y con falta de oxígeno por momentos (por la altura), finalmente se pudo cumplir el objetivo final. ¡Impresionante y maravilloso! ¡Indescriptible!. Tengo que decirlo, fue tan grande la emoción en el que me encontraba allí, que alguna lágrima asomaron de mis ojos. Por parte del guía solicitó a todo el grupo, un aplausos para este “jovenzuelo ochentón”, por no manifestar ninguna queja en todos los trayectos realizados, en jornadas diferentes. Objetivo: cumplido.
A pesar de encontrarnos en algunos momentos entre los 2.800 hasta los 5.000 metros de altura, por suerte, no tuvimos soroche, es decir mal de altura, pues desde el primer día fue importantísimo, según las orientaciones que se nos dieron, alternar descanso y alguna ayuda farmacológica en pastillas, infusiones y hojas de coca, la adaptación fue rápida y satisfactoria. Aunque nos encontrábamos en el verano, época de lluvias, el tiempo nos dio una tregua y las lluvias no aparecieron y las temperaturas fueron muy suaves para la época. Hemos conocido el desierto, el mar y sus islas, por el aire las líneas de Nazca, sus playas negras, sus valles y sus montañas, solo nos faltó la selva amazónica de este país. Todo lo programado se cumplió a rajatabla. ¡Un viaje fantástico y memorable que nadie debería perderse¡ ¡Una experiencia Inolvidable!
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